NVI – Mateo 5:13 – Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve insípida, ¿Cómo recobrará su sabor? Ya no sirve para nada, sino para que la gente la deseche y la pisotee.
NVI – Lucas 14:34, 35 – La sal es buena, pero si se vuelve insípida, ¿Cómo recuperará el sabor? No sirve ni para la tierra ni para abono: hay que tirarla fuera.
NVI – Marcos 9:49, 50 – La sal con la que todos serán sazonados es el fuego. La sal es buena, pero si deja de ser salada, ¿Cómo le pueden volver a dar sabor? Que no falte la sal entre ustedes, para que puedan vivir en paz unos con otros.

Muchas veces nos han hablado de la sal y del sabor y de la misión de sazonar el lugar donde vivimos, pero realmente nos han enseñado que es la sal, a que se refiere Nuestro Señor con este tema.
Si leemos un poco de historia, vemos que, en tiempos de Jesús, durante el imperio Romano, la sal no era cualquier cosa. Quien tenía sal, tenía mucho más que un condimento o sazón, tenía poder, tanto o más que quien tenía oro.
Encontramos en la Biblia que se repite varias veces la palabra salario. Este vocablo deriva directamente de la propia sal. En muchos lugares, durante mucho tiempo, se pagaron los sueldos con sal. Esto es que cada trabajador recibía una cantidad de sal por su trabajo diario.
El patrón, que tenía la sal, era quien tenía el poder, y en esa época al hablar de poder se hablaba de decidir sobre la vida y la muerte de quien estaba bajo dependencia.
La comparación que hace Jesús en Mateo nos pone en un predicamento puesto que nos dice que nosotros somos “la sal de la tierra” por lo tanto somos “el poder de la tierra”
Me pregunto: ¿asumimos que somos el poder o nos quedamos en salar algo y listo? Y, si somos el poder ¿por qué hay tantos hermanos en Cristo que sufren y pasan necesidad y son pisoteados virtualmente por las circunstancias?
La respuesta la encuentro en el mismo versículo: “Pero si la sal se vuelve insípida, ¿Cómo recobrará su sabor? Ya no sirve para nada, sino para que la gente la deseche y la pisotee.”
Lucas nos refuerza el concepto y vuelve a hablar de ser desechado por no servir.
Marcos en cambio nos amplía el concepto y nos demuestra que la sal a la que se refiere es el Espíritu mismo ya que “La sal con la que todos serán sazonados es el fuego.” Y no solo eso, sino que nos recomienda “Que no falte la sal entre ustedes, para que puedan vivir en paz unos con otros.”
Entonces vuelvo a preguntarme, ¿Dónde dejamos el poder del Espíritu que nos fue dado por gracia a través de Jesucristo?
La mayoría de los hermanos que concurren habitualmente a la iglesia tienen o están pasando por alguna necesidad. Vuelvo a preguntarme ¿alguien nos enseñó esta verdad que está tan clara en la palabra y que no implica que nos tengamos que saber la palabra de memoria, sino que viene con el paquete que recibimos por gracia?
Parece que algunas cosas son más difíciles de entender o de asimilar, pero la realidad es que, así como tomamos la salvación por gracia, así también debemos tomar el poder del Espíritu para ponerlo y ponernos en marcha y sembrar las verdades del Evangelio sin omitir ni ocultar nada.
Por otro lado, el poder de que habla la palabra es espiritual, o sea que no significa que nos transformemos en superhéroes, solo somos personas llenas del Espíritu Santo, capaces para hacer lo que Dios nos está mandando, con nuestras virtudes y nuestras falencias y que, si nos disponemos a hacer lo que Dios nos manda, vamos a optimizar nuestras capacidades y mejorar en nuestra forma de vida, prosperando “así como prospera nuestra alma” en todas las áreas de nuestra vida.
Hermano, eres la sal de la tierra, que el Señor te guíe y no tenga que desecharte.