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Esclavos o amigos

NVI Gálatas 4 – 1 En otras palabras, mientras el heredero es menor de edad, en nada se diferencia de un esclavo, a pesar de ser dueño de todo. 2 Al contrario, está bajo el cuidado de tutores y administradores hasta la fecha fijada por su padre. 3 Así también nosotros, cuando éramos menores, estábamos esclavizados por los principios de este mundo. 4 Pero cuando se cumplió el plazo, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley, 5 para rescatar a los que estaban bajo la ley, a fin de que fuéramos adoptados como hijos. 6 Ustedes ya son hijos. Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: ¡Abba! ¡Padre! 7 Así que ya no eres esclavo sino hijo; y como eres hijo, Dios te ha hecho también heredero.
NVI Juan 15 – 14 Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando. 15 Ya no los llamo siervos, porque el siervo no está al tanto de lo que hace su amo; los he llamado amigos, porque todo lo que a mi Padre le oí decir se lo he dado a conocer a ustedes. 16 No me escogieron ustedes a mí, sino que yo los escogí a ustedes y los comisioné para que vayan y den fruto, un fruto que perdure. Así el Padre les dará todo lo que le pidan en mi nombre. 17 Éste es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros.

Antes de conocer a Jesús, muchos de nosotros éramos esclavos de diferentes maneras: del dinero, de las pasiones, de los sentimientos e incluso de la religión. Sí, de la religión. En tiempos de Cristo, los judíos estaban atados a normas y preceptos impuestos por hombres, convirtiendo su fe en una carga más que en una relación con Dios.

Hoy, parece que no hemos cambiado demasiado. Nos sabemos llamados por el Señor, pero muchas veces seguimos únicamente las reglas establecidas por la iglesia sin escudriñar la Palabra por nosotros mismos. Nos conformamos con asistir a reuniones, cantar himnos—algunos inspirados en el Antiguo Testamento y ajenos al propósito de Cristo en nuestras vidas—y seguir rituales que repetimos sin cuestionar.

Un ejemplo de esto es la música en las iglesias. Se establece una diferencia entre “alabanza” y “adoración” basada en el ritmo: primero canciones movidas, luego melodías lentas. ¿Pero quién determinó esta estructura? ¿Por qué no cantamos con libertad, sin encasillar la adoración en un esquema predefinido? La verdadera adoración no depende del ritmo, sino del corazón con el que la ofrecemos al Señor.

Más preocupante aún es cómo ciertas costumbres eclesiásticas pueden convertirse en cadenas. A veces confundimos la obediencia a Dios con la obediencia a una institución, sin cuestionarnos si realmente estamos viviendo la libertad que Jesús nos dio. ¿No nos enseñó Él que todo lo que pidamos en Su nombre ya nos ha sido concedido? Entonces, ¿por qué en cada reunión sentimos la necesidad de rogar, humillarnos y llorar para obtener su favor?

Jesús nos llamó amigos (Juan 15:15), no siervos. Si realmente somos amigos del Señor, debemos vivir en confianza, buscando la sabiduría que Él nos ha dado para crecer en fe, entendimiento y plenitud, tanto espiritual como material. Sin embargo, muchas veces es más fácil que alguien nos diga qué hacer en lugar de buscar directamente lo que proviene de Dios.

La pregunta es: ¿vivimos como amigos de Cristo o seguimos atados a tradiciones que nos esclavizan?

RVR95 Mateo 6:33 – Buscad primeramente el Reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.

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